Las heridas emocionales son cicatrices invisibles que pueden afectar profundamente nuestro bienestar psicológico. Entre estas, la herida de abandono y la herida de rechazo son aspectos cruciales que pueden moldear nuestra percepción del mundo y nuestras relaciones. Profundizar en estas heridas nos permite vislumbrar los cimientos de nuestras emociones más profundas y, al mismo tiempo, explorar las necesidades fundamentales que todos buscamos en nuestras vidas: reconocimiento, valoración y seguridad.
La herida de abandono: cicatrices invisibles
La herida de abandono se origina en la infancia a través de experiencias pasadas donde las personas se sintieron dejadas de lado, desatendidas o no recibieron el apoyo emocional necesario. Las secuelas de la herida de abandono a menudo se manifiestan como una sensación de vacío emocional, ansiedad frente a la posibilidad de ser abandonados nuevamente y dificultades para confiar en los demás. Para sanar la herida de abandono es esencial reconectar con una misma y ayudar a la mejora de la autoestima entendiendo la persona válida y valiosa que es. Esta confianza en si misma ayudará a tener relaciones sanas.
La herida de rechazo: impacto profundo en la autoestima
El rechazo, ya sea experimentado directamente o percibido, puede tener consecuencias emocionales a largo plazo. La herida de rechazo se refiere a las cicatrices emocionales dejadas por experiencias de sentirse rechazado. Esto puede manifestarse de diversas maneras, como la baja autoestima, el temor constante al rechazo o la adopción de patrones de comportamiento destinados a evitar situaciones donde existe la posibilidad de ser rechazado.
Estas experiencias pueden afectar significativamente la percepción que las personas tienen de sí mismas y su capacidad para establecer relaciones saludables. Por ejemplo, alguien que ha experimentado el rechazo puede tener dificultades para confiar en los demás o puede evitar situaciones sociales por temor a ser nuevamente rechazado. También puede buscar ser complaciente con las personas que le importan, buscando satisfacer sus necesidades y dejando de lado las suyas con la intención profunda de ser querida, valorada y aceptada, pensando que sólo actuando de esta manera va a lograrlo.
Las heridas emocionales, como la de rechazo, pueden influir en la autoimagen y en la habilidad para construir conexiones significativas con los demás. El camino hacia la curación de la herida de rechazo implica trabajar en la autoaceptación y la construcción de la autoestima.
Ambas heridas están estrechamente entrelazadas con nuestras necesidades humanas básicas. El reconocimiento y la valoración son pilares fundamentales en la construcción de una identidad sólida y saludable. Todos anhelamos ser vistos, escuchados y apreciados por quienes nos rodean. Cuando estas necesidades no se satisfacen, las heridas emocionales pueden profundizarse y afectar todos los aspectos de nuestra vida, desde nuestras relaciones interpersonales hasta nuestra autoimagen y bienestar emocional.
La seguridad es otra necesidad humana esencial que se ve comprometida por estas heridas. La sensación de ser abandonado o rechazado puede sembrar semillas de desconfianza y temor en nuestras relaciones, haciéndonos sentir vulnerables y desprotegidos. Buscamos constantemente formas de asegurarnos de que no volveremos a experimentar el dolor del abandono o el rechazo, a menudo construyendo muros emocionales que nos separan de los demás.
Entender estas heridas y las necesidades que subyacen a ellas es el primer paso hacia la sanación emocional. Reconocer y validar nuestras propias experiencias nos permite liberarnos del peso del pasado y comenzar a reconstruir una relación más saludable con nosotros mismos y con los demás.
En conclusión, las heridas de abandono y rechazo pueden tener un impacto profundo en la vida de una persona. Al reconocer y abordar estas heridas, es posible iniciar un proceso de curación emocional que permita a individuos construir relaciones más saludables consigo mismos y con los demás. La clave reside en comprender las necesidades subyacentes de reconocimiento, valoración y seguridad, y trabajar activamente hacia su satisfacción, por parte de la persona, para fomentar una salud mental duradera y positiva.
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Laura Raijenstein
Psicóloga Sanitaria-Psicoterapeuta
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Artículo creado por Natalia del Moral Rodríguez para GPO