Cuando nos vamos lejos de casa por un largo tiempo, ya sea a vivir a otro país o a viajar por el mundo, llevamos en la maleta, además de la ropa, nuestra carga emocional.
Al inicio del viaje sentimos la espalda pesada, cargamos por un lado con los miedos, la incertidumbre y la ansiedad de partir hacia lo desconocido. Por otro lado también tenemos la alegría y esperanza de encontrar algo mejor.
En el transcurso del viaje pasamos por diferentes etapas donde vamos atravesando esas emociones y cada desafío nos fortalece más y más. La carga emocional se hacen más ligeras. El miedo disminuye según vamos caminando. La incertidumbre es una constante y nos vamos amigando con ella a medida que pasa el tiempo. La ansiedad, que tan mala prensa tiene, nos sirve de alerta para detectar lo que nos causa angustia, nos avisa cuando debemos parar y mirarnos. Pasamos por momentos de soledad que nos permite redescubrirnos y entender que todas las respuestas que precisamos están dentro nuestro.
Al migrar la visión que teníamos de nosotros mismos va cambiando. Reconocemos nuevas virtudes y nuevos defectos. La mirada de los nuestros ya no está. Esa mirada que nos podía limitar e incomodar, pero en cierto punto nos definía. Ahora estamos rodeados de gente nueva, que no nos conoce, que no sabe nuestra historia y por lo tanto no hay prejuicio. Empezamos de nuevo y podemos elegir cómo queremos ser, ya que todo está por hacerse. Eso suena tentador, pero también conlleva un cierto desamparo.
Los viajes son una oportunidad para desarrollar herramientas y adquirir recursos para crecer y sanar.
No hay que olvidar que aunque nos mudemos, la mochila emocional viaja con nosotros y tarde o temprano salen las cosas que están guardadas dentro. Por eso no es del todo cierto que cuando vamos a vivir a otro lugar empezamos de cero. La carga emocional de las experiencias vividas, los dolores experimentados pueden sentirse más ligeras estando lejos, sobre todo al comienzo del viaje, pero se mantienen en nosotros salvo que lo sanemos. En muchas ocasiones hay que tratarlo, preferentemente con profesionales especializados en expatriados.
Por nuestro lado lo que podemos hacer es rescatar de la maleta aquello que queremos mantener y trabajar internamente para deshacernos de esa vieja carga emocional, esas voces o mandatos que ya no nos sirve o nos hace daño. De esa manera la mochila emocional será cada vez más liviana, lo que nos permitirá viajar ligeros de equipaje y sentirnos bien estemos donde estemos.
Busquemos momentos para conectar con nuestro Yo del momento presente. Y amigarnos con nuestra historia y nuestro Yo del pasado. Creemos nuevas relaciones que nos ayudarán a enraizarnos donde estamos. Y mantengamos los vínculos que tenemos con nuestros seres queridos aunque sea en la distancia. Porque de eso se trata de Integrar lo nuevo y lo viejo. Reconstruirnos, mantener cerca a pesar de la distancia a los que amamos, a los nuestros, a lo que fuimos y desde ahí empezar a trazar nuestro nuevo YO, en el nuevo contexto.
<<Viajar es como amar, un intento de transformar un sueño en realidad>>. Alain de Botton.
Laura Raijenstein
Psicóloga Sanitaria-Psicoterapeuta Online y Presencial
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